miércoles, 15 de abril de 2015

La historia de la hormiguita

Para: Eduardo Galeano, para ti

Había una vez una hormiguita que se perdió, cosa extraña en las hormigas que nunca se pierden.

Esta hormiga no siguió el camino, ese que todas sus parientes hormigas siguen para ganarse el pan, encontrar la comida o ganarse el sustento para que me entiendan. De pronto, la hormiga se encontró sola no sabía a dónde avanzar o si debia entonces detener su andar.

Confundida lo único que acerto en reconocer la hormiga era el hambre que le llenaba la barriga, gimió la hormiga, se lamentó y paso luego al llanto abierto y franco.

Una hormiga tan pequeña ¿que podría hacer?, nada, mas nada, sólo morir de hambre. Ya resignada la hormiga avanzó para buscar un buen lugar para morir. Ya no podría volver al lugar donde nació, ya no podría jugar, ni sonreír, sólo morir, en ese trance estaba la hormiguita cuando se topó con un árbol grande, fuerte y robusto.

Lo admiro.

En silencio la hormiga observó el árbol, cerca no había ni una hormiga, ni ave, ningún otro insecto, se acercó y camino alrededor.

Algo había en ese árbol que lo hacía diferente al resto de los árboles y tenía que saber que era. Comenzó el ascenso la hormiga y comenzó a comprender algo.

***Antes de continuar debo hacer una pequeña aclaración***
Las hormigas NO se pierden. Las hormigas al caminar dejan un rastro químico en el suelo, una feromona, este rastro odorífero ayuda a que otras hormigas solo con el olfato encuentren el camino y no se pierdan.

Habiendo hecho esta aclaración continuo:

Nuestra pequeña hormiguita entendió que nunca se perdió, que en realidad escapo, recordó lo aburrido de comer siempre las mismas hojas, comer lo mismo que las demás, caminar el mismo camino hasta que un día se desvió lo suficiente para no volver a seguir el rastro de nadie mas.

Pero cuando comenzó a subir por este árbol reconoció un rastro, un aroma como si ella misma ya hubiera caminado y marcado este árbol. Y lo había hecho, pero en sueños.

Aún así el árbol llevaba una marca que la hormiga reconocía, la corteza café del árbol era áspera pero la hormiga sabía dónde pisar para no lastimar sus pequeñas patitas, subía y subía cuando llego a las ramas pudo ver ante ella algo que jamás imaginó, ni soñó.

Con sus grandes ojos la hormiga observaba las hojas del árbol, su color era especial, las hojas parecían brillar con un asombroso verde esmeralda, se veían vivas, radiantes, pero no sólo eso; las hojas de este árbol tenían sobre sí marcas extrañas que jamás vio antes en otro árbol y como hormiga había visto demasiados.

De pronto la hormiga pensó que las marcas eran letras, la idea le vino de pronto de la nada y se sorprendió al saber, al darse cuenta que podía leerlas, interpretarlas y comenzó en una rama ancha que se dividía después en ramitas pequeña. En una de ellas cinco hojas formaban la palabra SOÑAR, avanzó pronto a otra dejando en su camino su hormona para rastrear el camino de vuelta, llego a otra rama en cuyas hojas se deletreaba la palabra delirio...

D-E-L-I-R-I-O

La pobre hormiga ahora no sabía como detenerse, subió a la copa del árbol, subió y bajo reconoció palabras que jamás había visto, formó frases, ideas, con ella se podrían escribir versos, canciones, sueños, realidades y hasta dimensiones diferentes.

La hormiga recordó que tenía hambre, con mucho cuidado la hormiga tomó un pequeño trozo de una hoja que contenía un punto final y pensó: por ahora de nada me sirve un punto final, no pienso detenerme, comeré de esta hoja y no haré daño aquí.

Entonces la hormiga recordó que en su comunidad era recolectora y se llevaba las hojas a otra parte, pero no quería estar nunca más en otra parte así que no había porqué llevarse las hojas. Se quedó ahí, comió solo lo que necesitaba, caminaba, leía, a veces abandonaba su rastro y cambiaba de camino lo que la llevaba a leer historias diferentes, eso la hacía sonreír.

Un día leyó las letras, las palabras... de tal forma que se alegró de ser hormiga y lloró porque nunca antes sus siete letras se habían visto tan hermosas   H-O-R-M-I-G-A.....¡hormiga!

Así era feliz la hormiga pero un día el tronco del árbol dejo de ser café y se volvió gris, la hormiga se asustó mucho y pensó que moriría, ahora si, sin duda de puritita hambre, se sentó en el piso mirando hacia arriba y se lamento, no sabía por qué, ¿por qué?, ¡por qué!

¿Porqué había sucedido eso?

Espero horas y días pero las hojas siguieron brillando con su singular verde esmeralda, así que la hormiguita no murio, siguio cuidando las hojas como un tesoro, siguio subiendo y bajando, leyendo signos, descifrando palabras, formando ideas, haciendo frases, encontrando realidades y dimensiones diferentes....Eduardo Galeano brilla verde esmeralda en una de ellas y su voz resuena por siempre en el silencio.


Imagen de VTV (https://www.youtube.com/watch?v=b9s8liF0aBg)


Con amor

La H-O-R-M-I-G-A




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